El Monstruo de Viña y la Cultura de la Humillación: Un Espectáculo Que Debe Cambiar

Como periodista y comunicadora en la industria del entretenimiento, he seguido de cerca el intento de presentación de un reconocido comediante venezolano en el Festival de Viña del Mar. Más allá del revuelo mediático, lo que vi fue una muestra alarmante de cómo un escenario que alguna vez representó la consagración artística se ha convertido en un espacio de validación del odio y la humillación pública.

Viña tiene una tradición única: su público, al que se le conoce como “el Monstruo”, tiene el poder de encumbrar o destruir a los artistas que pisan ese escenario. Lo que comenzó como una especie de jurado popular, que premia la excelencia y castiga la mediocridad, ha evolucionado en algo mucho más oscuro: un espacio donde el desprecio y la xenofobia parecen aceptables bajo la excusa del espectáculo.

La Xenofobia Como Entretenimiento

El arte, el humor y la música deberían ser puentes que nos unan, no trincheras desde donde se disparan ataques de odio. Sin embargo, lo que presenciamos en Viña fue más que una simple desaprobación a un artista; fue la manifestación de un resentimiento colectivo que tomó forma en burlas y desprecio abierto. Es preocupante ver cómo la xenofobia se infiltra en espectáculos de esta magnitud y, peor aún, cómo es normalizada y aplaudida por muchos.

A lo largo de los años, la lista de artistas “devorados por el Monstruo” ha crecido. Lo que en otro tiempo era una anécdota de mal gusto, ahora se ha convertido en una tendencia que da más notoriedad a la crueldad del público que al talento de los artistas. Y eso, como comunicadores, espectadores y seres humanos, nos debe hacer reflexionar.

El Papel de los Comunicadores en Esta Realidad

No podemos simplemente aceptar que “así es el mundo”. No podemos justificar la humillación pública como parte del juego del entretenimiento. Como comunicadores, tenemos la responsabilidad de informar, educar y entretener dentro de un marco de valores, donde el respeto por el otro sea una premisa fundamental.

Si eres de los que, como yo, creen en un mundo mejor, entonces debemos empezar por cuestionar estas dinámicas, denunciar estos abusos y generar un cambio en la cultura del espectáculo. No se trata de censurar al público ni de blindar a los artistas contra la crítica, sino de diferenciar la crítica del linchamiento, el juicio del odio, el humor de la burla cruel.

El Festival de Viña del Mar, con su historia y su prestigio, tiene en sus manos la oportunidad de evolucionar. De demostrar que el talento y el esfuerzo valen más que el ruido de la desaprobación. De volver a ser un espacio donde los artistas se sientan seguros de compartir su arte sin temor a la humillación pública.

Mientras tanto, a quienes creemos en la transformación, nos queda seguir alzando la voz. Porque un mundo mejor no comienza en los grandes escenarios, sino en nosotros mismos.

Ana Caremi

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